miércoles, 1 de febrero de 2012

Pues me dejé...

Resulta que este año me he matriculado en una academia de peluquería. Es divertido, no es muy complicado y en clase, entre rulos, señoras psicópatas y pinzas nos pasamos teta.

Cuando nos portamos bien y trabajamos sin descaso nuestra querida profesora coge a una de nosotras de modelo y nos peina, o nos tiñe, o nos corta, o nos injerta una mano nueva...vamos lo que te hacen en cualquier peluquería.

Y tenía yo hasta ahora unas puntas abiertas que ya comenzaban a mutar en raíces de sequoia de las ramificaciones que tenían las pobres. Como soy poco pesada llevaba unos días, semanas...en fin...meses dándole la tabarra a Mari para que me usara de modelo. Y no quería. Resulta que estaba reservando mi pelo largo para hacerme más de un corte la cabrita de ella. Mis plegarias al fin han sido escuchadas:

-Sarai, ¡Lávale la cabeza a Vanesa!

¡SIIIII! ¡UMPA-LUMPA! ¡UMPA-LUMPAAA!

Después de una danza de la lluvia de agradecimiento y un lavado express ahí estaba yo, toda valiente, sentada en un tocador con catorce pares de ojos clavados en mi melena. Y encima con el flequillo mojado y todo recogido en un churrete. Horrorosa.






Mis compis de clase, que saben de mi fobia al pelo corto, pinchándome e incitando a Mari a que me cortara el pelo a la altura de las orejas. Pero ahí estaba Cris como siempre, mi hermana, mi salvadora:

-No te preocupes Vane que en cuanto vea que se pasa, la aparto de un empujón.

Y claro, ya me he quedado mucho más tranquila. Ahora sólo tenía que preocuparme de que en el empujón las tijeras de Mari no salieran volando y se me clavaran en un ojo, o peor aún, se llevaran parte de mi preciada melena.

Al final, me he atrevido con unas capas más cortas de lo que en un principio tenía pensado, pero ni tan mal. Contenta.

Si ya lo dice Mari:

-Si a mí me dices un centímetro, un centímetro te voy a cortar.

Y doy fe de ello. Así da gusto sanearse el pelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres deja tu marca...es gratis!!